Diagnóstico

Síntomas de cáncer de hígado

En el momento del diagnóstico, aproximadamente el 40% de los pacientes no presentan síntomas, ya que la mayor parte de los síntomas asociados al cáncer de hígado  no ocurren hasta que la enfermedad es avanzada.

Los síntomas son inespecíficos y están fundamentalmente relacionados con la enfermedad crónica hepática si se desarrollan en este contexto. En los pacientes con cirrosis hepática que sin una causa aparente desarrollan ascitis, encefalopatía hepática, sangrado por varices esofágicas o fiebre de origen desconocido debe investigarse la presencia de CHC.

La ictericia puede deberse a la compresión de la vía biliar o debido a la infiltración tumoral difusa del hígado, aunque principalmente se deberá a la enfermedad crónica hepática de base.

Raramente, los tumores pueden romperse dentro de la cavidad peritoneal causando hemorragia intraperitoneal y peritonitis. En tumores grandes bien vascularizados puede auscultarse un murmullo vascular en la zona del hígado en un 25% de los pacientes.

Raramente, la trombosis de la vena hepática o de la vena cava inferior serán una manifestación inicial del CHC.

En la siguiente tabla se muestran los síntomas más comunes asociados al cáncer de hígado. Hay que resaltar que algunos de ellos pueden o no  darse con frecuencia en función del tipo y, sobre todo, de la extensión del tumor. Por ello es recomendable asistir al médico de atención primaria ante la aparición de algunos de estos síntomas, especialmente si se prolongan en el tiempo, para poder realizar un diagnostico precoz y proporcionar el tratamiento más adecuado.

  • Dolores abdominales
  • Sensación de presión o plenitud en la parte superior del abdomen.
  •  Pérdida de peso.
  • Ictericia: Coloración amarillenta en la piel, conjuntiva de los ojos, y membranas mucosas;
  • Murmullo vascular: Ruido anormal que se ausculta como resultado del flujo turbulento en un vaso sanguíneo reducido.
  • Ascitis
  • Sangrado esofágico
  • Fiebre de origen desconocido

Factores de riesgo del cáncer de hígado

El principal factor de riesgo para el desarrollo del cáncer de hígado  es la cirrosis hepática. Por lo tanto, cualquier enfermedad que pueda dar lugar a cirrosis hepática debe considerarse un factor de riesgo para el CHC.

Los principales factores de riesgo conocidos están bien definidos e incluyen, hepatitis crónicas víricas, tóxicos, enfermedades metabólicas del hígado, enfermedades hepáticas inmunitarias y enfermedades metabólicas hereditarias.

La presencia de más de un factor de riesgo aumenta significativamente el riesgo de desarrollar cáncer de hígado.

El desarrollo del CHC requiere aproximadamente 10 años a partir del diagnóstico de cirrosis y aproximadamente 30 años desde la exposición al virus de la hepatitis C. La secuencia temporal para los otros factores de riesgo no ha sido definida pero un tiempo de evolución parecido puede ser aplicable a la enfermedad crónica secundaria a la ingesta de alcohol.

Diagnóstico precoz del cáncer de hígado

El screening, cribado o diagnóstico precoz es un  conjunto de actividades que pretenden detectar la enfermedad en sujetos sanos antes de que se manifieste clínicamente y poder adoptar el tratamiento adecuado precozmente, y así modificar la historia natural de la enfermedad y reducir la mortalidad.

Más del 80% de los pacientes afectados de cáncer de hígado  presentan una cirrosis hepática subyacente y en la actualidad el hecho de que se desarrolle CHC supone la principal causa de muerte en pacientes afectos de cirrosis.

Teniendo en cuenta que la única posibilidad de aplicar tratamientos con intención curativa es diagnosticando la enfermedad en una fase inicial asintomática deben considerarse candidatos para pruebas de diagnóstico precoz a todos los sujetos con cirrosis,  que podrían recibir un tratamiento en el caso de ser diagnosticados de CHC.

Está demostrado a través de diferentes estudios que el  diagnóstico precoz es eficaz y puede llegar a reducir la mortalidad un 37%.

La prueba médica recomendada  para la realización de un cribado es la ecografía abdominal, una   prueba no invasiva, aceptada por la población, con un sensibilidad del 60-80% y una especificidad superior al 90% para la detección precoz del CHC .

La ecografía abdominal  debe ser realizada siempre por personal experto.

Se recomienda realizar cribado cada 6 meses.

A  aquellos pacientes de los  que se sospecha que han desarrollado un cáncer de hígado, se le practicaran pruebas diagnósticas con los siguientes objetivos:

  • Confirmación del diagnóstico,
  • Determinación de la extensión de la enfermedad
  • Determinación de la reserva funcional hepática
  • Determinación de factores biológicos que afecten al pronóstico

Para realizar el diagnóstico, en primer lugar se lleva a cabo una exploración física del paciente, observando el cuerpo del mismo, la piel y los ojos en búsqueda de síntomas de ictericia y una palpación abdominal para comprobar si existen cambios en el tamaño del páncreas, el hígado o la vesícula biliar. Ante la sospecha de un problema con el hígado  se solicita la realización de analíticas de sangre, heces y orina. También pueden ir acompañados de pruebas de diagnóstico por imagen (TAC) , biopsia,  o una resonancia magnética.

Para un diagnóstico completo del tipo de cáncer de hígado, así como para el seguimiento durante los tratamientos, se llevan a cabo pruebas adicionales que se describen a continuación.

Las técnicas de imagen son la piedra angular en el diagnóstico del CHC.

Los cambios arquitecturales del hígado cirrótico, de todas formas, hacen difícil el diagnóstico, y los nódulos regenerativos son difíciles de distinguir de los nódulos neoplásicos.

Existen las siguientes pruebas de imagen:

  • Ecografía con contraste,
  • Tomografía computerizada (TC) trifásica
  • Resonancia magnética (RM) trifásica.


El  seguimiento  para el estudio del  nódulo hepático detectado mediante ecografía abdominal se recomienda hacer de esta manera:

Los nódulos menores de 1 cm detectados mediante ecografía de cribado deben seguirse mediante una ecografía cada 3 a 6 meses. Si tras 2 años no se detecta crecimiento, se debe volver al cribado habitual cada

Los nódulos mayores o iguales a 1 cm detectados mediante ecografía en sujetos cirróticos pueden diagnosticarse de CHC sin necesidad de obtener una biopsia si presentan en técnicas de imagen dinámicas captación de contraste en fase arterial seguido de lavado en fases tardías.

En los nódulos de entre 1 y 2 cm, este patrón vascular debe detectarse de forma coincidente en 2 técnicas de imagen.

 Si el patrón vascular no es específico de CHC, se debe recomendar una biopsia. Si la biopsia es negativa, no se puede descartar el diagnóstico de CHC. Se debe valorar la realización de una biopsia nueva o un seguimiento estrecho de la lesión

La biopsia puede realizarse por punción,  por aspiración o con aguja gruesa para la obtención de un cilindro de tejido guiadas por ecografía o por TC.

La biopsia hepática se realizará siempre en pacientes sin cirrosis y en pacientes con cirrosis en los cuales la masa hepática tenga un tamaño entre >1 centímetro y no presente una patrón vascular típico.

Debe tenerse en cuenta que el rendimiento diagnóstico de una biopsia en nódulos pequeños no es óptimo y presenta una sensibilidad cercana al 70%. Por tanto, en estos casos una biopsia negativa no puede descartar el diagnóstico de CHC.

Entre las posibles complicaciones de la biopsia hepática están la ruptura del tumor, la hemorragia, y el sembrado local del tumor.

Extensión y estadiaje del cáncer de hígado

En la mayoría de tumores sólidos, se han desarrollado sistemas de estadificación que describen el grado de extensión del tumor y son útiles para determinar el pronóstico antes y después de un tratamiento particular y para guiar las decisiones terapéuticas.

Además, el estadiaje puede ser tener un papel crítico en la evolución del tratamiento al facilitar la selección adecuada del paciente apropiado para una terapéutica específica y al proporcionar una estratificación del riesgo después del tratamiento.

Dado que el cáncer de hígado  aparece en la mayoría de los casos asociado a cirrosis hepática y que el grado de alteración de la función hepática determina las opciones terapéuticas y la supervivencia (independientemente de la presencia del CHC), es imprescindible considerar conjuntamente el grado de disfunción hepática y la extensión tumoral.

Además, la presencia de síntomas ha mostrado un gran valor pronóstico y, al igual que el grado de reserva funcional hepática, determina la aplicabilidad de los diferentes tratamientos.

Así pues, se han determinado 4 parámetros principales que afectan al pronóstico en los pacientes con CHC:

  • La agresividad y la tasa de crecimiento tumoral, (estadío).
  • El estado de salud general del paciente.
  •  La función hepática del paciente.
  •  Los tratamientos administrados.

El  sistema de Estadificación BCLC es  el más utilizado en EEUU y Europa. Surgió de la identificación de factores pronósticos en varios ensayos clínicos, conformando una clasificación con estadios.

Los pacientes  son clasificados en 5 estadios que a su vez proporcionan  también información sobre las mejores opciones terapéuticas.

Los 5 estadios son los siguientes:

  • El estadio 0 o muy temprano: es un subgrupo con especial buen pronóstico. Incluye pacientes con cirrosis hepática compensada, con CHC muy inicial, totalmente asintomáticos y que presentan tumores únicos menores de 2 cm, sin invasión vascular ni diseminación. Este estadio muy inicial correspondería al concepto de carcinoma in situ. En estos casos, la cirugía o la ablación por radiofrecuencia ofrecen una alta probabilidad de curación.
  • El estadio A o temprano: es un estadio inicial que incluye a pacientes asintomáticos con función hepática conservada con un CHC solitario o con un máximo de 3 nódulos de hasta 3 cm de diámetro. Estos pacientes pueden tratarse con intención curativa mediante resección quirúrgica, ablación percutánea y trasplante hepático.
  • El estadio B o intermedio: consiste en pacientes con tumores multinodulares que exceden los criterios anteriormente descritos, sin invasión vascular ni extra hepática, con función hepática y estado general conservado. Si la función hepática corresponde al estadio A, los sujetos pueden beneficiarse de tratamiento mediante quimioembolización.
  • El estadio C o avanzado: incluye pacientes con función hepática conservada, pero que presentan un CHC con invasión vascular, invasión extra hepática o con afectación leve del estado general. En este grupo de pacientes, el único tratamiento que hasta la fecha ha mostrado beneficios en términos de supervivencia es el tratamiento con sorafenib.
  • El estadio D o terminal: incluye pacientes que presentan afectación grave del estado general o función hepática muy afectada y que no son candidatos a trasplante hepático. A este grupo de pacientes únicamente se les debe indicar tratamiento sintomático.

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